Siguiendo con el Decálogo de Buenas Prácticas.

Tengo una amiga, la “Mujer Tech” o “Mujer D”, no recuerdo exactamente cómo es que la llaman profesionalmente, que el otro día me contó una situación vivida en su entorno laboral, que me gustaría compartir con vosotras como una “buena práctica” aprendida.

Resulta que ella trabaja en un cargo de dirección intermedio para una empresa nacional que brinda servicios de consultoría, y esta asignada a un cliente de un trato digamos un tanto “complejo”. Este cliente suyo es un personaje muy exigente en cuanto a resultados se refiere y tiene una manera de comunicarse y solicitar los encargos un tanto “agresiva”.

El caso es que la “Mujer Tech”, se dio cuenta durante una conversación con su cliente, que si ella reflejaba las mismas posturas físicas que su cliente realizaba, o que si mantenía el mismo tono de voz que su cliente, la relación laboral entre ambos mejoraba considerablemente.

Después de su explicación consideré que deberíamos incorporar a nuestro decálogo de buenas prácticas, que existen comportamientos no verbales (como son por ejemplo el reflejar la posición corporal, mantener el contacto ocular, reflejar los gestos, acompañar la postura, o hasta incluso compaginar la respiración) que facilitan enormemente la empatía, y que no solo mejoran la comunicación, sino hasta que facilitan una mejor relación laboral.

El caso es que a día de hoy el cliente de la “Mujer Tech”, cada día que llega al trabajo la saluda animadamente, y hasta incluso le cuenta cómo le fue el fin de semana!.

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